Esperando a Puigdemont
La tarde del martes fue frenética a la espera de la comparecencia de Puigdemont. Y ahora seguimos a la espera del requerimiento para que aclare si ha declarado la independencia.
Todo el mundo estaba a la espera el martes. El retraso de su intervención nos llevaba a estar pendientes de diarios digitales, radio, televisión y mensajes que nos llegan en estos días como un auténtico bombardeo a través del whatsapp.
Una vez que intervino el presidente Puigdemont –todavía presidente-, unos y otros preguntando si había declarado la independencia de Cataluña o no en su comparecencia. Eso de asumir el referéndum del 1-O y, a la vez, suspender su entrada en vigor no cuadraba.



Ya sé que todos nos consideramos gente de bien y de orden, pero todos no lo son. La gente de bien y de orden es la gente que quiere paz, que su preocupación principal es el trabajo y la familia y que no tiene sueños revolucionarios, ni está con proyectos excluyentes, ni se siente dentro de una democracia madura subyugado a ningún estado opresor y lo único que pide es la convivencia, no la victoria de nada ni de nadie.
El sufrimiento es inseparable de la condición humana, y ninguna ciencia, ninguna técnica, ninguna filosofía podrá erradicarlo jamás de nuestra vida: como la sombra que proyecta el caminante en su andar, el sufrimiento nos acompaña siempre allá donde estemos, y sean cuales sean las disposiciones que tengamos. Compartimos con los animales el dolor físico; pero es exclusivo de los hombres el dolor moral, el más profundo y el que más nos hace sufrir. El animal no tiene autoconciencia, y su dolor es ciego, sin connotaciones dramáticas; el dolor del hombre, por el contrario, va empapado de la inquietud torturante del pensamiento, del sentimiento y del deseo, que intensifican el sufrimiento hasta el límite de la desesperación y de la tristeza.