La ambigüedad de vida y el Evangelio
A poco que conozcamos el Evangelio, nos daremos cuenta de que la radicalidad constituye la disposición fundamental de la que dependen los fines de la Buena Nueva. Todas sus palabras son exigencia de un compromiso total por el Reino. El encuentro de Cristo con sus discípulos es una invitación a seguirle sin condiciones ni componendas: Dejaron todas las cosas y le siguieron (Lc 5, 11). El mensaje evangélico es siempre radical, y sólo puede ser aceptado y puesto en práctica desde una actitud de espíritu también radical en la que no caben indecisiones o medias tintas. Si es cierto que Cristo se muestra infinitamente comprensivo y misericordioso con las miserias y pecados humanos, no es menos cierto que se muestra totalmente intransigente con las ambigüedades del corazón, cualesquiera que ellas sean: Quien pone su mano en el arado y vuelve la vista atrás, no es digno de Mí (Lc 9, 62). Esta radicalidad, sin embargo, no es una simple imposición divina, sino que viene exigida por la misma naturaleza de las cosas.