Con un poco de retraso y pese a los paseíllos judiciales de Ábalos y Koldo, pienso que la gran noticia reciente fue el baño de gloria que se dió el presidente de los Estados Unidos ante el parlamento israelí y a continuación, ante una amplísima selección de líderes mundiales reunidos para firmar un Acuerdo de Paz en Gaza.
En mi larga vida nunca había visto un homenaje del nivel del que recibió Trump. En Jerusalén, todos los líderes que tomaron la palabra, desde Netanyahu hasta el jefe de la oposición y el presidente del Parlamento israelí coincidieron en elogios que escalaron en intensidad hasta decir que Trump es el mejor amigo que Israel ha tenido en la Casa Blanca imponiéndole la máxima condecoración que otorga el país.
A continuación, en el mismo día 13, en Sharp el Sheij (Egipto), una treintena de líderes occidentales (Alemania, Francia, Italia y España entre ellos) y musulmanes (Jordania, Indonesia) actuaron como testigos del Acuerdo de Paz firmado por Trump y por los Jefes de Estado de Egipto, Arabia Saudita, Turquía y Qatar y de los discursos de los líderes de Egipto y Pakistán plagados de elogios hacia un Trump que se vino arriba y declaró que el mundo estaba contemplando la solución de un problema latente desde hacía 3.000 años.
Hasta aquí todo fue esplendoroso y Trump tenía suficientes razones para sentirse pletórico con su condecoración israelita y con la Orden del Nilo egipcia. Quizá las hubiera cambiado por el Nobel pero si todo le va bien en Gaza y Ucrania quizá pueda obtenerlo en los próximos años.
Si hacemos balance del Acuerdo de Paz vemos que se ha cumplido correctamente el canje de los 20 rehenes por cerca de 2.000 presos palestinos, que han empezado a entrar en la Franja, miles de camiones con víveres para los gazatíes que están regresando a sus hogares en ruinas.
Pero Hamas no ha sido capaz de localizar hasta ahora más que nueve cadáveres de los 28 que se comprometió a devolver alegando que los restantes se encuentran bajo los escombros provocados por los bombardeos israelíes.
Por añadidura, después de la firma, el choque entre facciones musulmanas no ha cesado y Hamas ha causado numerosas víctimas entre sus rivales.
Queda también pendiente el compromiso de devolución de armas por los terroristas y el comienzo de la reconstrucción de la Franja en la que deben contribuir los Estados Unidos, Europa y los países árabes.
Es decir, queda todavía una buena parte del Acuerdo por cumplir antes de cantar victoria. Por el momento lo que tenemos es un más que precario alto el fuego que sería deseable continuara pero que puede no hacerlo.
Hay que estar aún atentos a la región porque el deseo de Trump sería dar carpetazo al asunto y poner a su Ministro de Exteriores Rubio y a otros expertos a trabajar por la paz en Ucrania. Es urgente hacerlo pero sin olvidar aun a Gaza.
Y aquí, después de las cumbres de Alaska y Washington, la guerra está más encarnizada que nunca con más drones, misiles y muertos que nunca.
Pese a los rasgos dislocados de Trump, nada debía alegrarnos más que verle triunfar en Oriente Medio y en Europa y que el año próximo fuera acreedor a su codiciado premio Nobel.
Jorge Fuentes Monzonís-Vilallonga es Master en Ciencias Políticas y Económicas y Derecho.
Diploma de Altos Estudios Internacionales. Embajador de España en Bulgaria en 1993.
Primer Embajador de España en Macedonia en 1995.
Embajador de España en Bruselas WEU en 1997, entre otros cargos.