La actitud del cristiano ante los hombres
El cristiano que se ha decidido a emprender los caminos del Evangelio se enfrenta a muchos problemas, ciertamente, pero uno de particular importancia es saber qué actitud debe asumir ante los hombres, sus hermanos, según el espíritu del mismo Evangelio. Porque la orientación de su vida le singularice de modo muy especial, el cristiano ni puede ni debe ser el creyente aislado y solitario, sino el creyente en medio del mundo de los hombres, vinculado continuamente a una realidad ineludible en la que ha de vivir su fe. El problema se plantea, justamente, en armonizar dos exigencias que parecen contrapuestas. En cuanto creyente, la fe que profesa le hace ser, lo quiera o no, distinto de los demás hombres; pero, ¿qué actitud debe asumir para que esa singularidad no le lleve a un distanciamiento de los hombres? Y en cuanto hombre, el cristiano vive, piensa y actúa con los demás hombres; pero, ¿qué orientación debe seguir para que lo humano nunca llegue a desvirtuar las exigencias radicales de su fe?