DEL AMOR Y LA PASIÓN
Hoy me siento afortunado. El destino, con frecuencia esquivo con mis deseos personales, ha sido benévolo y me ha permitido presenciar una escena que me reconcilia con una buena parte de la humanidad. En concreto con las mujeres. No así con la otra mitad, los hombres, grupo al que pertenezco. Sé que el tema es muy delicado pues se nos ha puesto la piel muy fina con el tema de las señoras y los señores. Intentaré no ofender a nadie aunque bien sé que si se empeñan algo encontrarán para crucificar al pobre mensajero.
Para ponernos en situación. Paseaba con la señora que gobierna mi vida, no me atrevo a decir mi mujer por lo posesivo del término, por una calle céntrica de Madrid cuando en la acera, esperando a que el semáforo se pusiera verde, alcanzo a ver a un joven, de buena planta, subido a una moto de tamaño adecuado a sus apolíneas medidas. El sujeto en cuestión llevaba puesto un casco, integral creo que se llama, que le cubría la cabeza y casi toda la cara. Solo la visera dejaba entrever unos ojos claros, la nariz y un pequeño fragmento de su boca.