EL HACEDOR DE LEYES
Durante muchos años he formado parte de un colectivo que tenía, y tiene, limitada la libertad de expresión. Nada que objetar al respecto. Entiendo que una organización que es depositaria del uso legal de la fuerza debe observar unas mínimas normas de control. Hasta la fecha, he observado escrupulosamente dicha limitación, tanto por obligación legal cómo por convicción propia. Recientemente he pasado a situación de retirado y he recuperado, entre otras cosas, mi libertad de expresión. Libertad esta tan necesaria en su buen uso, como perversa en el abuso.
Digo todo esto con el solo ánimo de descartar cualquier sospecha de oportunismo ante lo que seguidamente voy a exponer, pues es público y notorio que las malas costumbres democráticas se han venido sucediendo desde la publicación de nuestra Carta Magna.