Europa se cimenta en tres civilizaciones: la griega, la romana y la cristiana. Coinciden hasta pensadores ateos. Hemos bebido de Atenas, Roma y Jerusalén, o como han expresado algunos autores de tres “colinas”: Acrópolis (racionalismo), Capitolio (derecho) y Gólgota (cristianismo). Es cierto que ahora nuestra civilización se tambalea, por nuestra debilidad y por la influencia de otras culturas y religiones.
Pese a esta herencia, hay una crisis de la identidad europea, como señaló en diversas ocasiones el papa Benedicto XVI, que se nota especialmente en España. Nuestro arte, nuestra literatura, nuestra arquitectura y toda nuestra cultura deben al cristianismo su belleza y su arraigo. Basta ver en cada pueblo el edificio más grande, en el centro de minúsculas poblaciones, iglesias que refrendan nuestra historia, y ermitas que jalonan caminos y senderos, abarrotadas en las fiestas populares, con devoción secular. Nadie obliga y las procesiones son un reflejo de nuestra historia y tradición.
La práctica del cristianismo ha disminuido, pero eso no significa una revisión de nuestra historia y de nuestra cultura. Muchas familias conservan y fomentan la educación cristiana, y la quieren para sus hijos. No sé si son la mayoría o no, pero llevan a sus hijos a colegios donde se imparte una educación cristiana, o desearían llevarlos si existieran esos colegios. Curiosamente parece extenderse un “dogma” que pretende imponer la enseñanza laicista, hablando de neutralidad: eso supone negar la libertad y nuestra historia. Existe el derecho a una educación cristiana aunque algunos pretenden impedirlo con argumentos falaces y hasta agresivos.
El papa León XIV ha publicado la carta apostólica “Diseñar nuevos mapas de esperanza” sobre la educación cristiana. Es breve, incisiva, directa, realista y profunda. Tiene interés para católicos y no católicos, pues aborda puntos comunes con cualquier credo y cultura, para toda persona abierta, no sectaria. Animo a hacer el pequeño esfuerzo de leerla: ¡media hora!
El cristianismo es una oferta, una propuesta, no un conjunto de obligaciones. León XIV reconoce que hay un “entorno educativo complejo, fragmentado y digitalizado”. Atractivo su planteamiento: “La educación no avanza con la polémica, sino con la mansedumbre que escucha”. Apela a respuestas originales, nuevas, sin “fórmulas rígidas”, ante los nuevos retos, para una “visión antropológica integral”, y sumando a toda la sociedad, pues la educación es una tarea coral, no solo de los centros escolares.
Javier Arnal Agustí es Licenciado en Derecho y periodista.
Escribe, también, en su web personal.
