Nuestra sociedad se ha convertido en un gobierno de los ricos, en una plutocracia en la que el dinero se concentra cada vez en más pocas manos. El 1% de la población lo tiene casi todo. Por tanto, puede que Ud. también considere que nuestros más acuciantes problemas no son los temores oficiales: la ecología de salón, la pretendida desigualdad, el feminismo radical, la ideología de género, la violencia de género, otros problemas de géneros, la memoria histórica… y que sospeche que todo ello no sean más que cortinas de humo, publicitadas hasta la extenuación; y que, en realidad, los problemas reales sean otros. Es decir, que, por increíble que parezca, hay cosas más graves como, por ejemplo, la degradación a la que se somete a diario al ciudadano, obligándole a competir en unas condiciones cada vez más duras, el deterioro constante de las condiciones de vida de las personas, y la pretensión más o menos velada de conseguir que el ser humano se transforme nuevamente en un esclavo al servicio de un poder global invisible pero presente, cada vez más aterrador.