Hacia una revolución etica

En la época actual, una vez alcanzado el derrumbamiento general del marxismo tras los acontecimientos de la Europa del Este, los representantes del laicismo deberían quizá tomar sus notas ante un imperio que trataba de cerrar el paso a los valores trascendentes y conculcaba los derechos de la persona humana. Así lo subraya Václav Havel en su libro “Essais Politiques”. Sus escritos no son sólo una defensa de la libertad en Checoslovaquia; son una llamada a la renovación interior del hombre y a abordar la política desde fundamentos morales, superando la trágica división entre ética y política defendida por Maquiavelo hace casi cinco siglos.

La familia

La familia1.- Procede de Kenia. Al parecer pertenece a la noble y aristocrática tribu de los masai. El color de su piel es intensamente negro. Tiene unos ojos grandes y hermosos que ennoblecen sus facciones africanas. No sé como se llama, pero sé que se gana la vida de vendedor ambulante. De vez en cuando acudia a “La peonza”, en la calle Peñíscola y la dueña, Juani, le obsequiaba con algún refresco y con un ratito de acogedora conversación. ¿Y saben de que le habla este joven masai a Juani?. Le hablaba con una gran añoranza de su familia, de su madre y de su padre, y de sus hermanos. Y le contaba que su gran ilusión es ganar el dinero suficiente para aliviar la pobreza de su familia.

La cultura de lo efímero

La crisis de las ideologías y creencias en nuestra sociedad occidental está produciendo, en la inmensa mayoría de la gente, una actitud ante la vida muy significativa: vivir de lo inmediato, de lo superficial y de lo cambiante, sin preocuparse por encontrar un sentido profundo y auténtico a la existencia. En contraposición a la vida orientada sobre principios firmes, que veíamos en otras épocas, el ambiente cultural que hoy vivimos se podría definir como ”la cultura de lo efímero”, por la fuerza determinante que hoy tienen las modas en las sociedades modernas. Porque se trata, en efecto, de una nueva filosofía práctica, de un nueva cultura, que nos permite entender el modo de ser y de comportarse de muchísima gente.

¿Hay una crisis de masculinidad?

Estos días los medios de comunicación nos están machacando sobre la brecha salarial entre hombres y mujeres, y desde la experiencia adquirida durante 35 años intentando conciliar mi vida familiar y laboral (cinco hijos y en estos momentos dos nietos), me están sorprendiendo casi todas las declaraciones que escucho, sin argumentos sólidos y en la línea de políticamente correcto.

Sin embargo, invadida por una triste sensación de no escuchar nada sensato y realista, ha caído en mis manos la entrevista que Cayetana Álvarez de Toledo le ha hecho a Jordan B. Peterson, y publicó en el Mundo el 13 de febrero.

¡Qué alegría! Un profesional valiente y con argumentos sólidos está poniendo el dedo en la llaga.

La dictadura catalanista

1.- Hechos reales como la vida misma. La ley reconocía a los padres el derecho natural de elegir el tipo de enseñanza para sus hijos -en castellano o en valenciano- . Bastaba con manifestarlo en los boletines de preinscripción de los colegios. Hecha la ley hecha la trampa. Las normas no se colocaban en la cartelera de avisos de aquel centro escolar hasta después de iniciadas las vacaciones de verano. Según las bases, el padre que no pedía la línea en castellano automáticamente el hijo quedaba matriculado en la línea del valenciano. Es un hecho real que sucedía en un colegio de Castellón, controlado herméticamente por una minoría fanática de profesores nacionalistas.

“El Bigotes” y las tertulias periodísticas

“El Bigotes” nos ha llamado “tontulianos” a los que intervenimos en tertulias periodísticas. Voy a concederle unos minutos a tal insulto.

Álvaro Pérez, “El Bigotes”, compareció el pasado martes ante comisión parlamentaria con motivo del “caso Gürtel”. Como contertulio, he de decir que estuvo maleducado. No voy a detallar las “lindezas” que expresó, porque no se merece la repetición.

“El Bigotes” no tiene cualificación para juzgarnos a los periodistas. Pero no sólo él es culpable de la retahíla de insultos: Pedro Quevedo, el presidente de la comisión, debía haberle cortado y que se ciñera al motivo por el que fue convocado. Muchas cosas suceden porque unos quieren hacer daño o insultan, y otros lo permiten: y eso nada tiene que ver con la censura, sino con el rigor, la buena educación y el cumplimiento de los propios deberes, en lo que suspendió Quevedo.

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