Israel debe medir su respuesta

Con el aliento contenido desde el sábado 7 de octubre, día en que milicianos de Hamás asesinaron a 1.300 israelíes, seguimos día a día los acontecimientos, en una tierra que se denomina Tierra Santa, que debería ser de paz, y penosamente es de violencia, odio y guerra.

Oriente Próximo mantiene en vilo al mundo. El bombardeo del martes a un hospital de Gaza, con cientos de muertos –Hamás acusa a Israel, Israel a Hamás– ha vuelto a subir las amenazas de Hizbulá y de Irán.

Es una guerra compleja. No me parecen acertados ciertos titulares en medios de comunicación, como “guerra de Israel contra Gaza”, ni siquiera “guerra de Israel contra Hamás”, porque transmiten solo una parte de la realidad, o incluso la deforman, por prejuicios o ligereza. Israel tiene derecho a defenderse, no es una guerra que haya iniciado.

Israel se ha visto sorprendido, ha reaccionado rápidamente y ha emprendido una movilización general de reservistas con la idea de invadir Gaza, para acabar con Hamás.

Lo que parecía inmediato –invadir Gaza– se está demorando, al principio justificando ese retraso en la climatología, y luego madurando su respuesta por la insistencia de diversas potencias mundiales. Evacuación de la población en el norte de Gaza.

Hamás gobierna en Gaza, pero me atrevo a afirmar que la mayoría de la población no está de su parte. Es cierto que llegó al poder a través de unas elecciones, pero basta recordar que también Hitler llegó al poder mediante unas elecciones.

El odio existente entre palestinos y judíos no tiene fácil solución. Aunque suene a utópico, ojalá aprendan a vivir juntos. Mientras tanto, Israel debe asumir que su respuesta debe ser proporcional, pues según sea su reacción ahora el odio puede aumentar durante años y extenderse más allá de sus fronteras, al igual que estamos asistiendo a violencia contra palestinos en diversos países, como respuesta a los ataques sangrientos del 7 de octubre.

Soy consciente de que estoy moviéndome en un alambre, como suele decirse, haciendo equilibrios. Reconocer el derecho de Israel a defenderse no equivale a excederse en la legítima defensa.

Desde hacía tiempo, tenía interés en viajar a Tierra Santa. Lo logré en 2010, en un curso de verano de tres semanas, alojados en un hotel de Jerusalén.

En esas tres semanas, palpé realidades. Era consciente de que eran semanas de alto voltaje –personal, periodístico y religioso -, y redacté un diario de lo que me parecía más relevante en esos días, día a día, brevemente y con estilo telegráfico, que he releído ahora.

Estuve también en Ramala, la capital del Estado de Palestina, que está a 15 kilómetros de Jerusalén, acompañado de un buen conocedor del lugar. Mucha pobreza. Ayuda de ONG europeas. Pintadas aludiendo a tener la capital en Jerusalén Este. Llamamiento a palestinos residentes en los cinco continentes para vivir en Palestina. Mausoleo del líder palestino Yasser Arafat.

Belén, con su alto muro y alambradas en clara discordancia con su símbolo de paz por el Nacimiento, Nazareth, Haifa, Jericó… Jóvenes soldados armados por las calles de Jerusalén. Enfrentamiento armado en una zona limítrofe de Líbano, con 5 muertos, entre ellos un periodista: un 3 de agosto, y todo aparentemente estaba tranquilo. Se palpa el clima bélico en lo cotidiano.

Es preciso tener conocimientos históricos y sociológicos para hacerse una idea, lo más equilibrada posible, de lo que sucede. Visité el Museo del Holocausto, a las afueras de Jerusalén, y comprobé cómo llevan a niños menores de 10 años para que sepan lo que sucedió, y no se olvide. El exterminio de judíos en la II Guerra Mundial –6 millones– y la creación del Estado de Israel en 1948 ayudan a entender ciertos planteamientos.

Ojalá la respuesta de Israel ahora no sea germen de un mayor odio. Hamás no es lo mismo que Gaza, que los palestinos. Es una guerra que inició Hamás, pero Israel no debe actuar y guiarse por la sangrienta provocación, por lo que Hamás quiere y busca, que es una escalada del conflicto. No es un panorama bucólico el que se presenta, desde luego.

 

  • Javier Arnal Agustí es Licenciado en Derecho y periodista.
    Escribe, también, en su web personal.